El pasado miércoles 16 de febrero Domenico Di Siena reservó el escenario de su habitual streaming semanal para conversar sobre participación ciudadana.
Tras escuchar todas las ideas expuestas por sus participantes –Mario Hidrobo, Jorge Toledo, Ricardo Antón, Asier Gallastegi, Marina Blazquez y Domenico di Siena– rescato 4 ideas que considero relevantes y que quizá puedan ayudar a continuar reflexionando.
¿Cuándo empieza un proceso participativo?
El encuentro online se sembró con una batería de preguntas de Marina Blázquez que nos invitaban a pensar sobre los límites y la naturaleza de un proceso participativo. Jorge Toledo terminó de prender la llama al invocar el siempre inspirador #MeetCommons. Domenico apareció que se “estrimeaba” encima, y ya no había vuelta atrás.
Lo curioso es que la pregunta con la que arrancó la conversación era “¿cuándo empieza un proceso participativo?”, y creo que, como bien apuntó Asier durante la sesión, puede que el encuentro en sí mismo, y las condiciones que lo posibilitaron, puedan dar algunas pistas al respecto.
Un proceso participativo comienza cuando se construye una pregunta que consigue interpelar a un número suficiente de personas.
La confianza en un proceso participativo
Otro de los conceptos centrales durante la conversación trataba sobre la confianza y su importancia en el buen desarrollo de un proceso participativo.
A este respecto, me quedo con la reflexión lanzada por Ricardo Antón, donde visibiliza que lo fundamental radica en construir confianza en el propio dispositivo de participación, al margen de la confianza en la/s persona/s que desarrollen el proceso participativo.
Puede que sea este el verdadero reto a enfrentar si queremos conseguir que este tipo de procesos acaben por, si no universalizarse, sí extenderse y normalizarse en el desarrollo de la vida cotidiana.
Trabajar en Km 0
Los tiempos de desarrollo de un proceso participativo no son siempre los ideales, y en ocasiones, ni tan siquiera los adecuados. Las personas que desarrollan las dinámicas de participación y facilitan los espacios de diálogo tienen que hacer en la mayoría de ocasiones verdaderos juegos de equilibrismo. Tratar de implementar la metodología ideada al tiempo que se gestionan y equilibran las expectativas de quienes participan.
La construcción del compromiso se torna fugaz, y el equipo encargado de llevar a cabo el proceso termina por sufrir el ya conocido como síndrome del paracaidista.
Aterrizamos, cayendo desde ninguna parte, y con el avión aún en marcha, pedimos a las personas que habitan la ciudad que se suban a nuestra aventura. Mientras tanto, la ciudad sigue su curso, y al tiempo que lo hace, nosotros tratamos de pensarla y transformarla. Una metáfora empleada por Jorge Toledo y que ilustraba a la perfección el sentimiento que se trataba de expresar.
Así, Ricardo Antón, abogaba por trabajar en Km 0, siempre vinculándose al territorio que se habita. Los procesos participativos se construirían así como capas sucesivas que se van superponiendo en el tiempo, permitiendo profundizar y recoger las conexiones ya trabajadas anteriormente.
No obstante, queda abierta aquí la reflexión en torno a la gestión de expectativas de una sociedad que podría percibir esa sucesión de capas como un goteo constante de procesos que en el fondo no consiguen profundizar o, en el mejor de los casos, aún consiguiéndolo, no fueran capaces de visibilizar de forma clara las transformaciones conseguidas.
Por otra parte, Domenico di Siena señalaba la importancia que en ocasiones, y en su justa medida, pueden aportar estos “paracaidistas”. Perfiles que, con una visión externa y desprejuiciada, pueden contribuir de forma muy valiosa al desarrollo de un proceso participativo.
Architects, go home
Ya finalizando la sesión Ricardo Antón ponía encima de la mesa un asunto, que en el fondo no es nuevo, y que ya he visto sobrevolar diferentes espacios, como es la sobrerrepresentación de arquitectos en los procesos participativos.
“Un exceso de un tipo de perfil determinado (el arquitecto) que, aún asumiendo cierta transdisciplinariedad, genera una dificultad para formular preguntas, ya que han sido educados para generar respuestas.”
Personalmente, y aún siendo un tema de discusión con muchos matices, considero que en general se parte aquí de una premisa falsa, como es el asumir que los perfiles “arquitectos”, sin inmutar su posición, enfoque o sesgo particular, hayan conseguido de forma generalizada virar la dirección de los dispositivos de participación hacia un enfoque más “arquitectónico”. Dudo de si todo lo contrario, ya que, al menos en el estado español, quizá sea el perfil arquitecto el que más haya modificado su enfoque al adentrarse en los espacios de participación. Veo en los espacios de participación muy pocas personas provenientes de la arquitectura haciendo de “arquitectos” (y entiéndase la caricatura). De hecho, lo que suele abundar son personas provenientes de la arquitectura renegando públicamente de ello y tratando de huir de dicho perfil, y aparecen nuevas identidades profesionales que buscan mostrarlo: diseño cívico, mediación urbana, biología urbana, etc.
Marina Blázquez respondía a Ricardo Antón: “estoy cansada de escuchar discursos acomplejados por tener una formación (…), cuando los procesos como los que se plantean desde otras disciplinas no están tan alejados ni están enfocados desde visiones tan diferentes.”
Puede que los espacios de participación estén plagados de arquitectos. Pongo en duda que lo estén de miradas que podríamos catalogar como disciplinariamente arquitectónicas. Creo en todo caso que si hay una mirada que impera en estos espacios es el de la cultura y las prácticas artísticas. Y en esto, sí veo una particularidad, ya no solo en el contexto del estado español, sino también iberoamericano, donde, a diferencia del contexto anglosajón, la proliferación de espacios denominados laboratorios ciudadanos ha estado mayoritariamente vinculada a espacios de cultura contemporánea, y la del desarrollo de procesos participativos, a la gestión y la mediación cultural –Medialab Matadero, Intermediae, MediaLab Tabakalera, etc.–.
Durante los últimos años centenares de arquitectas y arquitectos, espantados de las escuelas de arquitectura, se vieron acogidos por estos espacios, y acomplejados del rol y la figura tradicional del arquitecto, decidieron huir de la mirada disciplinar y tratar de pensar y producir con nuevas miradas y herramientas. Un proceso que he vivido personalmente y que considero enormemente enriquecedor.
No obstante, me identifico bastante con la reflexión de Marina Blázquez a este respecto, y me incomoda esa huida acomplejada de una caricatura, la del perfil tradicional del arquitecto, que aunque sea de forma inconsciente, simplifica y genera un “lado bueno de las cosas”.
No considero adecuado el solucionismo arquitectónico que muchas personas de la disciplina han escogido como bandera de la profesión, pero creo que también cabría preguntarse por el solucionismo comunitario que recorre ciertos espacios de participación. “Lo que importa es el proceso.”
Comentarios
Hace unos días he visto el documental de Marina Abramovic: la artista está presente. No sabía que la famosa performance en la que está sentada frente a una silla y mesa vacía por la que pasan miles de personas duró 3 meses. Me impactó y emocionó que casi de inmediato muchas personas al sentarse delante de ella se mostrasen vulnerables en un nivel de intimidad tan alto. La media de estar sentados era de 30 segundos (esto lo decidía quien se sentaba). Y pensé en lo necesitadas que estamos de conectarnos unas con otras. También pensé en que pocas personas entenderán la energía que requería ese simple hecho de atender a quien tienes delante.
Mi realidad en los procesos de participación o co-creación ciudadana tiene algo en común con esos momentos: el gesto de lo pequeño. Incluir dispositivos que permiten la expresión y exposición no significa que consigamos suplir los bypasses (atajos) que hacemos las personas.
¿has necesitado entenderte de persona a persona con alguien que está al otro lado del mostrador más allá del protocolo que marca la entidad a la que pertenece? ¿has tenido que hacer papeles en hacienda con su lenguaje y procesos encriptados? ¿te ha tocado tratar temas de los que no tienes conocimiento con alguien del ayuntamiento de tu pueblo?
No creo que estos bypasses se apliquen sólo en aquellos casos en los que los dispositivos o sistemas están mal diseñados, creo que necesitamos relacionarnos con otras personas y que en ocasiones necesitamos muletillas-humanas para formar criterios propios con unos tiempos y medios económicos que siempre querríamos que sean más. Probablemente todavía necesitamos un paso previo para poder delegar al dispositivo la mediación, porque la autonomía requiere aprendizajes y responsabilidades que (igual probablemente) están en proceso. Los by-pases son lo natural en este caso, y pensar en que actualmente pueden desaparecer, desnaturalizarnos, o un ejercicio teórico.
Por mi parte de lo que renegaba hace años y reniego todavía es de un sistema y desarrollo territorial que considero dañino por ir en contra de los intereses comunes. Polarizar los roles entre quienes trabajamos haciendo procesos o quienes trabajamos rehabilitando, construyendo desde lo sensible etc. simplemente me parece un error.
Así que, llegados a este punto, donde queda mucho por aprender y practicar y contagiar y empoderar y disfrutar y promover y transformar y diversificar… creo que hay que poner todas las habilidades sobre la mesa. También buscar que entren otras nuevas. Porque lo urbano es de todas, pero el urbanismo (todavía) no. Y para abrir el código fuente, tenemos que estar personas que sabemos de la importancia de hacerlo. Delegar esto a los dispositivos a día de hoy sería un irse antes de llegar donde queríamos llegar.
Siento el cansancio Pascual, pero no creo que tenga que ver con ningún tipo de complejo, ni tampoco se trata de mandar a les arquitectes a casa. Creo que requiere hilar más fino y estar dispuestas a hacer un profundo ejercicio de autocrítica y problematizcación de los roles, sesgos, componentes disciplinares (formales e informales) que se ponen en juego. Y cómo eso encaja, perpetúa o cortocircuitea el paradigma imperante.
No es “que los perfiles ‘arquitectos’, sin inmutar su posición, enfoque o sesgo particular, hayan conseguido de forma generalizada virar la dirección de los dispositivos de participación hacia un enfoque más ‘arquitectónico’”, sino que hay algo que el arquitecto lleva consigo, que no es figurativamente arquitectónico, que impregna la lógica de los procesos, sobre todo porque no estamos hablando tanto de cuando les arquitectes participan en los procesos, sino de cuando son quienes los llevan adelante, quienes los median. Y para mi, siento ser ¿reduccionista?, eso tiene mucho que ver con funcionar en una lógica de proyecto, de dar respuesta, de solucionar y con tener unas destrezas técnicas que resuelven de manera efectiva (o cuando menos aparente). Todo eso lleva a que el “arquitecto”, en los procesos colectivos, se comporte de forma resolutiva, dando respuestas rápidas, quizá anticipadas, que a veces, queriendo facilitar el proceso, lo que pueden hacer es coartarlo o condicionarlo. En resumen, que el arquitecto reniegue públicamente del ser arquitecto según el paradigma tradicional, no le convierte en menos arquitecto, sino en un otro tipo de arquitecto (algo que diría que principalmente interpela al propio gremio). Es lo mismo que nos pasa a quienes huimos del cliché artista, que más que huir, nos enfrentamos a esa condición, a sus márgenes, a los de la institución arte, pero también a los de nuestro propio yo. Lo que nos forma también nos deforma y casi siempre nos atrapa en nosotres mismes.
Y no es que el perfil arquitecto sea más dañino o inconveniente que otros. Lo que lo convierte en ¿problemático? es su sobrerrepresentación. La falta de diversidad y equilibrio con otros perfiles-agentes. El mismo problema se da si hay una sobreabundancia de agentes artístico-culturales, de las ciencias sociales, tecnólogos, del mundo de la empresa, de la política… Cada cual tiene sus sesgos (que en la mayoría de los casos emergen aunque uno se haya deconstruido un montón) y lo interesante es que se mezclen, se retroalimenten y complementen.
A esto se suma que en muchos casos, en estos procesos hay demasiados agentes implicados desde un rol profesional o profesional-acivista, que también en una medida importante usurpamos el espacio de otros agentes más desde la perspectiva de usuarie, vecine, ciudadane, sin esa carga técnico-especilista. Creo sinceramente que para que ese componente profesional-acivista-técnico-especialista juegue a favor del proceso, es importante que aprendamos a situarnos menos en el centro, más al lado, detrás, acompañando el proceso de un modo más invisible y humilde, que no significa que esto pueda ser incluso más profundo y relevante. Pero creo que eso es algo que nos cuesta mucho entender y asumir a personas que hemos sido educadas y profesionalizadas en el cuidado y promoción del estilo y la marca personal y la gestión del capital social.
Es cierto que en el estado español muchas de estas cuestiones se han abordado desde espacios artístico-culturales que se han abierto y han acogido otras disciplinas y agentes sociales. Pero eso espacios no han pasado de funcionar como laboratorios periféricos que no han afectado (al menos todavía) a las lógicas de planeamiento generalizadas. Y al mismo tiempo, desde ese afán de sentirse útiles y comprendidas, estas entidades culturales han cogido un sesgo más proyectista y utilitarista, relegando a un segundo plano su papel en relación a la investigación más experimental y a campos más de la subjetividad, la poética, las formas… O haciendo que esta carga poético-experimental sea valida de forma instrumental. Con el tiempo, habrá que evaluar qué hemos ganado y perdido con ese giro.
Yo obviamente defiendo esa mezcla, esa bastardización de prácticas y disciplinas, ese ser trans. Pero creo que tenemos que cuidar bien los componentes de la mezcla y cómo la hacemos. No creo que en esa mezcla haya que dejar de ser, sino al contrario, poner en juego las bondades de lo que se es. Me interesan las capacidades disciplinares de les arquitectes, y además reconozco el esfuerzo e inteligencia de algunes a la hora de redefinirse y resituarse. También reconozco sus aportaciones de valor y que les arquitectes, además de disciplinarmente arquitectos, también son personas ;D Pero aunque incluso me caigan bien muches arquitectes (y puedo considerar bastantes como cómplices y amigues), preferíaría mayor diversidad de perfiles en los contextos para que se equilibre la mezcla y no acaben pudiendo determinar los procesos (y los resultados). Y creo que actualmente algo de eso está pasando, porque además, las capacidades disciplinares que conforman al arquitecto, son capacidades muy convenientes para el sistema. También es cierto que hace falta que otros perfiles cojan más protagonismo, pero para que eso sea así, a veces hace falta habilitar el espacio para que sea posible, dejar hueco, soltar cuerda. Teniendo en cuenta que mañana es 8 de marzo, diría que todo esto tiene similitudes con lo que desde el feminismo se reclama sobre otras formas de participación no patriarcales, de que son necesarios espacios no masculinizados o no mixtos (en cuanto a número o presencia de hombres, tiempo y ritmo de toma de la palabra, tipo de lenguaje y maneras de argumentar y discutir, cuidado de los dispositivos inclusivos y peso de la escucha o la enunciación, etc.).
Ahí lo dejo por ahora. Espero que se entienda mejor lo que planteo y que no se trata de pretender una persecución, una deslegitimización o una expulsión de les arquitectes.
Seguimos!