Tendrán menos tráfico, más peatones y bicis, turismo más controlado, pero un problema: miedo al transporte público.
La cuarentena ha hecho emerger una ciudad nueva y más agradable: sin contaminación, sin ruido, donde se redescubre el barrio y el vecino, se valoran las tiendas cercanas, podemos teletrabajar. Pero muchas personas han sufrido viviendas estrechas y, con el desconfinamiento, la gente no cabe en las aceras, echa de menos más parques y tiene miedo del transporte público. Hace falta una ciudad más humana y más cercana. Muchas cosas ya están cambiando —Barcelona y Madrid están cortando calles y ganando carriles a los coches— y otras deberán cambiar a largo plazo.